También yo me sorprendía. Era
temerosa, siempre lo había sido, temía como comía o respiraba. El temor me
alimentaba con su pecho rebosante, acunaba mi cabeza adormecida por las noches.
De niña me escondía debajo de las mesas. Conversaba con el zorro entre las
sombras, mi mano discurría limpiamente por su lomo. Desde allí veía el paso de
las cosas, zapatos deshilados que dejaban huellas en el piso, un perro olvidado
por los padres devorando algún manjar prohibido de la cena. El tiempo
transcurría y yo me aletargaba, negaba mi presencia en los cuartos de la casa.
Entonces una voz cortaba el aire y el zorro huía acobardado.
21/2/14
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Dara, vine a verte...
ResponderEliminarVeo que eres una de las supervivientes a la barbarie del abandono masivo de blogger xDD y veo que eso t ha hecho más fuerte. Has mejorado mucho y sigues escribiendo tan metaforicamente bello como siempre.
Un saludo
:)
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